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25 de febrero de 2013

Indulgencia Profesional




Algunas conclusiones relevantes de un informe (visto en la asignatura de Micropolítica) sitúan al profesorado español por debajo de la media internacional en orientación y formación inicial, colaboración profesional y evaluación de su desempeño.
Y es que, a día de hoy uno de los hechos más importantes que se debe resaltar, es que la realidad educativa supone la participación, el interés, el control, y la profesionalidad de nuestras escuelas a través del profesorado, familias, alumnado, etc... y en nuestro país, se hace obvio que está bastante limitada. Así pues, aún siendo esa eficacia bastante limitada, el profesorado español se encuentra satisfecho con su trabajo.

Asimismo, encontramos una observación bastante clara, pues existe una gran contradicción entre la alta imagen positiva que tiene el profesorado de si mismos, y la escasa estima que creen que les tiene la sociedad. Negativa imagen, que se hace visible además en su bajo salario y en el deterioro de sus condiciones laborales. Lo esencial de sus opiniones y expectativas sobre la marcha de un sistema educativo, hacen que en lo positivo, pueda depender de ellos, y en lo negativo, de los cambios sociales, la administración o la familia y el alumnado (haciendo por tanto también responsables a estos últimos).

Así pues, retomando el hecho (tan importante) de que el profesorado de Canarias, tiene una opinión muy alta de sí mismos y de sus “colegas”, ya que consideran que son buenos docentes y que realizan un trabajo de alta calidad y de gran importancia social. Mi pregunta es: ¿Si ellos se catalogan de tan perfectos y satisfactorios y sólo ven negativo su salario, a que se debe tanto fracaso escolar? ¿Es sólo por el alumnado?, ¿por las familias?, ¿por otros agentes?... Creo que habría que ser un poco auto-críticos, y tampoco valorar de más cosas que se saben que no son al 100% perfectas. Opinión mía, claro está, pero apoyada en que algunas de las respuesta a mis preguntas, surgen además de encuestas que demuestran que el 80% del profesorado deriva esa responsabilidad (del fracaso y abandono escolar, de la que hablábamos anteriormente) al propio alumnado y a su familia, a sus actitudes negativas y a su despreocupación por la enseñanza. Resulta llamativo pues, que sólo un 20% del profesorado considere que su ausencia de compromiso o su trabajo inadecuado jueguen realmente un papel decisivo en el fracaso escolar. De ahí mi importancia y enfado, de que apenas la mitad del profesorado encuestado, manifieste que una mayor dedicación suya pudiera mejorar los resultados del alumnado (aún demostrándose que uno de los factores más importantes en los malos resultados, deriva de la experiencia del profesorado y su falta de compromiso).

En definitiva, los centros escolares no están pensados para enseñar o aprender particularmente entre los iguales adultos, sino para conformar el comportamiento del profesorado y el alumnado. Si los profesores no son sistemáticamente preparados para afrontar los nuevos retos y se exculpan de todo fracaso, ni la Administración muestra mayor interés en cambiar las aulas, las escuelas y los institutos, no parece tan descabellado apelar que sigamos conformándonos con ser notarios de las desgracias escolares.

En otras palabras y a mi parecer, si se siguen lavando las manos de esa manera como políticos corruptos, continuaremos como hasta ahora, y seguirán contribuyendo a que nuestra sociedad vaya como va.

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