Algunas
conclusiones relevantes de un informe (visto en la asignatura de
Micropolítica) sitúan al profesorado español por debajo de la
media internacional en orientación y formación inicial,
colaboración profesional y evaluación de su desempeño.
Y
es que, a día de hoy uno de los hechos más importantes que se debe
resaltar, es que la realidad educativa supone la participación, el
interés, el control, y la profesionalidad de nuestras escuelas a
través del profesorado, familias, alumnado, etc... y en nuestro
país, se hace obvio que está bastante limitada. Así pues, aún
siendo esa eficacia bastante limitada, el profesorado español se
encuentra satisfecho con su trabajo.
Asimismo,
encontramos una observación bastante clara, pues existe una gran
contradicción entre la alta imagen positiva que tiene el profesorado
de si mismos, y la escasa estima que creen que les tiene la sociedad.
Negativa imagen, que se hace visible además en su bajo salario y en
el deterioro de sus condiciones laborales. Lo esencial de sus
opiniones y expectativas sobre la marcha de un sistema educativo,
hacen que en lo positivo, pueda depender de ellos, y en lo negativo,
de los cambios sociales, la administración o la familia y el
alumnado (haciendo por tanto también responsables a estos últimos).
Así
pues, retomando el hecho (tan importante) de que el profesorado de
Canarias, tiene una opinión muy alta de sí mismos y de sus
“colegas”, ya que consideran que son buenos docentes y que
realizan un trabajo de alta calidad y de gran importancia social. Mi
pregunta es: ¿Si ellos se catalogan de tan perfectos y
satisfactorios y sólo ven negativo su salario, a que se debe tanto
fracaso escolar? ¿Es sólo por el alumnado?, ¿por las familias?,
¿por otros agentes?... Creo que habría que ser un poco
auto-críticos, y tampoco valorar de más cosas que se saben que no
son al 100% perfectas. Opinión mía, claro está, pero apoyada en
que algunas de las respuesta a mis preguntas, surgen además de
encuestas que demuestran que el 80% del profesorado deriva esa
responsabilidad (del fracaso y abandono escolar, de la que hablábamos
anteriormente) al propio alumnado y a su familia, a sus actitudes
negativas y a su despreocupación por la enseñanza. Resulta
llamativo pues, que sólo un 20% del profesorado considere que su
ausencia de compromiso o su trabajo inadecuado jueguen realmente un
papel decisivo en el fracaso escolar. De ahí mi importancia y
enfado, de que apenas la mitad del profesorado encuestado, manifieste
que una mayor dedicación suya pudiera mejorar los resultados del
alumnado (aún demostrándose que uno de los factores más
importantes en los malos resultados, deriva de la experiencia del
profesorado y su falta de compromiso).
En
definitiva, los centros escolares no están pensados para enseñar o
aprender particularmente entre los iguales adultos, sino para
conformar el comportamiento del profesorado y el alumnado. Si los
profesores no son sistemáticamente preparados para afrontar los
nuevos retos y se exculpan de todo fracaso, ni la Administración
muestra mayor interés en cambiar las aulas, las escuelas y los
institutos, no parece tan descabellado apelar que sigamos
conformándonos con ser notarios de las desgracias escolares.
En
otras palabras y a mi parecer, si se siguen lavando las manos de esa
manera como políticos corruptos, continuaremos como hasta ahora, y
seguirán contribuyendo a que nuestra sociedad vaya como va.
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